Con el correr de los minutos, la sensación térmica del Hilario Sánchez fue mutando de la incredulidad al dolor. De la sorpresa a la bronca. Los silbidos que opacaron algunos aplausos evidenciaron el enojo por el fracaso.
Quizás ya a esta altura del campeonato es conveniente utilizar la palabra fracaso es fuerte en el ámbito deportivo. Pero dado el contexto con el que llegó San Martín a este partido.
Ya no alcanza con un empate de local para acomodar el rotundo fracaso de Antuña al frente de un equipo con sello de otra categoría-, haber perdido en casa ante el rival un montón menos flojo del grupo y despedirse tempranamente de un equipo sin alma con resultado adverso, un proyecto frustrado. Básicamente un fracaso.
Está claro que hay formas y formas de perder. Sin ir tan lejos y comparando con partidos decisivos, este no se compara con nada un baño de realidad para San Martín.
San Martín nunca fue superior a ningún equipo en esta etapa, no pudo armar ocasiones de gol y en ese contexto, la elite del futbol nacional le pasa factura partido a partido. Esta vez el sentimiento fue diferente, el fracaso de San Martín y una crónica anunciada.
Foto/ Prensa de San Martín