En lo que va del año, se siguen sumando cartoneros y recicladores; hay desde jóvenes que abandonan la escuela para ayudar con la economía familiar hasta trabajadores que encuentran en esta modalidad la salida a la crisis.

Franco es de Rivadavia era albañil, las cuentas no le cerraban y no tenía trabajo y comenzó a trabajar de cartonero.

La cantidad de personas que vive de la recuperación de residuos volvió a crecer en todo el país. La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores estima que en los primeros cinco meses del año se sumaron nuevos cartoneros en todo el país.

Las historias de Franco dejan en claro que las razones por las que cada vez más personas se vuelcan a esta actividad son diversas. Para muchos de los que se suman desde una empresa o cooperativa, puede implicar un progreso. Para una gran porción de los que lo hacen desde la informalidad, puede exponer la urgencia de asegurarse algo para comer.

Franco, desde la 6 de la mañana sale todos los días desde Rivadavia con su carro y recorre las calles en busca de aquello que todos desechan y que para él es sinónimo de subsistencia. No solo se enfrenta a las dificultades cotidianas, sino también a la estigmatización social.

La historia de Franco puede pasar desapercibida. Seguramente lo haga en la vorágine de lo cotidiano, de los autos, de los bocinazos, de los problemas que parecen tan graves, pero en realidad son tan pequeños. Franco, tiene pareja y una nena, tanto él y su familia vive de la basura.

 

Todos los días con su carro, ese que se armó, y enfrenta el frío, el calor y, en especial, la mirada del otro: de aquel que lo denigra, del que lo subestima, del que lo ningunea. Y sin embargo sigue. Sigue porque no tiene remedio. Sigue porque tiene que vivir. Sigue porque tiene que sobrevivir en San Juan. Sigue porque no le queda otra.